Javier Milei y una gira cruzada por los sinsabores de la política doméstica
«Una gira perfecta». En la intimidad de la comitiva, antes de subirse al vuelo AZ-680 de ITA Airways al que se subió a las 22.30 de este lunes para regresar a Buenos Aires, Javier Milei aseguraba que su visita a Israel, Italia y El Vaticano fue «mejor imposible» y repasaba con emoción lo que vivió la última semana en sus primeras visitas de Estado.
A pesar del contexto político adverso que debió afrontar su Gobierno mientras se encontraba en el exterior, el Presidente hizo un balance positivo en el que incluyó, paradójicamente, el desenlace en torno a la Ley Omnibus: según su particular mirada, le «sirvió para exponer a toda la casta», agruparla con el kirchnerismo y la izquierda, y le abre la oportunidad de avanzar no sólo con su programa de ajuste y trazar un acuerdo con el PRO y los sectores de la oposición con los que La Libertad Avanza comparte el rumbo.
En Israel hubo dos etapas, una espiritual y de alineamiento estratégico; y otra en la que tuvo que destinar buena parte de su energía y agenda a la política nacional.
En la primera, casi no se salió del plan original. Además de su objetivo de confirmar su alianza con Israel y de cosechar elogios del presidente Isaac Herzog y el primer ministro Benjamin Netanyahu, Milei pudo plasmar su intención de abrazar al judaísmo en el Muro de los Lamentos; y se conmovió al punto de sentir que había «caminado por las cenizas del infierno» en el Kibutz Nir Oz, uno de los más afectados por el ataque terrorista de Hamas el 7 de octubre.
En cambio, el debate en particular de la Ley Omnibus y las frustradas negociaciones con los sectores dialoguistas de la oposición afectaron su premisa de abocarse a lo internacional hasta su regreso a Buenos Aires.
El Presidente había dejado instrucciones precisas al jefe de Gabinete, Nicolás Posse, al ministro del Interior, Guillermo Francos, y a su principal asesor Santiago Caputo para no involucrarse en la discusión fina sobre el proyecto. Pero una vez que advirtió que el texto original estaba sufriendo fuertes cambios, se decidió a intervenir: «Para sacar una ley mala, prefiero que no salga», justificó al dar la orden de retirarlo.
Aunque lo niegue, Milei se enojó mucho. Tanto que esperó a enfriarse -unas 48 horas- para tomar la decisión de echar a la secretaria de Minería, Flavia Royón, y a Osvaldo Giordano (ANSeS), dos de los funcionarios que responden a los gobernadores, como represalia por entender que «no jugaron bien».
«El que manda soy yo»
Pero una vez que asimiló el impacto, Milei vio en la crisis una oportunidad. Eso al menos aseguran en su entorno. Y entonces, tras conversar en varias ocasiones con Mauricio Macri, se decidió a apurar un acuerdo con el PRO para ganar en músculo político y cimentar un «interbloque potente» en la Cámara de Diputados y en el Senado que pueda defender sus leyes con mayor fortaleza a partir del 1 de marzo, desde el inicio mismo de las sesiones ordinarias.
«Es algo natural, que ya veníamos hablando. Pero esto (por la caída de la Ley Ómnibus) deja bien claro quién está a favor de los curros y quiénes nos ponemos del lado de la gente. ¿Por qué no lo vamos a intentar? ¿Para qué esperar?», explicó el mandatario a quienes le ponen reparos sobre el alcance del pacto con Macri.
Es que, así como Macri desconfía de algunos funcionarios que rodean a Milei, como el caso de Posse y Francos, el Presidente tampoco se deja llevar por las versiones que aseguran que el líder PRO quiere imponer a tres ministros que le garanticen un doble comando.
Por el contrario, cree que surgen desde sectores que buscan posicionarse para obtener lugares: «A mí no me pidió ningún cargo. Nunca», lo desliga. Descarta, por supuesto, la idea de un cogobierno, y repite a quien quiere escucharlo: «Acá el que manda soy yo».
En la tensión política con la oposición sólo tuvo un reparo: la visita al Papa Francisco en El Vaticano. Milei hubiera preferido llegar a su primera audiencia sin estar sumergido en un clima de confrontación, teniendo en cuenta el llamado al diálogo que suele hacer el Sumo Pontífice. Pero entendía que tampoco podía dejar pasar lo que estaba ocurriendo en Buenos Aires.
En la comitiva había funcionarios que estaban preocupados por el impacto que eso pudiera tener en el encuentro. Pero la actitud del Sumo Pontífice en la ceremonia de canonización de Mama Antula disipó las dudas y dejó a Milei «muy emocionado». «Estaba feliz y agradecido por la sencillez con la que lo trató el Papa, sintió que lo perdonó con mucha grandeza», concluyeron cerca del Presidente.
fuente: Clarin