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Sergio Massa ya tiene su Plan Primavera para el dólar: devaluación selectiva

Cristina Kirchner le validó al ministro la devaluación segmentada. Pero el esquema que permite la entrada rápida de dólares profundiza la arbitrariedad cambiaria. ¿Cuáles son los otros riesgos?

El arranque del dólar-soja le abrió al Banco Central la posibilidad de obtener rápido unos US$1.000 millones, una bocanada de reservas que abrió una ventana en el intento de aquietar las expectativas de un inminente salto devaluatorio.

El ministro Sergio Massa anunció la vigencia de un dólar de $200 para la liquidación de soja (una suba de 42% sobre el mayorista) y la baja de los dólares libres fue instantánea.

El dólar blue cayendo a $270 el lunes anticipó que una nueva etapa estaba comenzando en el mercado cambiario con la inminencia de la primavera cuando, estacionalmente, a los gobiernos que no tienen crédito se les hace difícil conseguir dólares porque escasean los del sector agropecuario.

Este Plan Primavera de Massa tiene caracter provisional desde el origen al apoyarse en una devaluación selectiva para los productores y exportadores de soja, odiados desde siempre por el kirchnerismo. Tendrá vigencia por un mes y, como es entendible (ya hay reclamos por un «dólar-malbec», por ejemplo), también profundiza el esquema de arbitrariedad cambiaria.

Además, marca que la escasez de dólares en las reservas y una brecha cambiaria superior a 100% constituyen elementos delineadores de la política y de la aceptación del ajuste de las cuentas públicas y la menor emisión monetaria.

La devaluación «a medida» para la soja descomprime la expectativa de devaluación a corto plazo, y abre la puerta a otro «veranito» en materia financiera.

Para los tenedores de dólares que apuesten a 30 días de calma, pasarse a opciones en pesos (plazo fijo que paga 69,5% anual o plazos fijo UVA) puede ser una alternativa mirando el corto plazo, pero siempre teniendo en cuenta que pueden ganar algo frente al dólar pero probablemente perdiendo frente a la inflación.

El dato no confirmado que manejan en el gobierno es que la inflación de agosto se habría ubicado entre 6,5% y 7%, y que la de septiembre, según un anticipo de la consultora EcoGo estaría en 6,3%.

Son niveles de inflación altos y a eso se le agrega la importante inyección de pesos que se generaría por el «dólar-soja» en base a que ahora el Central emite $140 por dólar y ahora emitirá $200.

El tema es sensible porque, probablemente, el Banco Central tenga que volver a subir la tasa de interés de referencia para absorber ese shock monetario.

Una suba de tasas comienza a ser motivo de preocupación por lo que los especialistas denominan déficit «cuasi-fiscal», que es la deuda que se acumula en el Banco Central como consecuencia de la emisión de letras (las demonizadas Leliqs) y las operaciones de pase que realizan para que los bancos coloquen sus excedentes de pesos en el Central, que termina siendo el gran tomador del crédito en un juego peligroso: emite con una mano y saca los pesos que emitió, con la otra.

Con inflación alta y tasas de interés que intenten compensar a los tenedores de pesos para que no vayan a comprar dólares, el riesgo es el efecto bola de nieve que construye una «montaña de pesos».

La presión de la suba de la tasa y su efecto sobre la deuda del Central viene escalando.

Un reporte de la consultora Eco Analytics destaca que «desde que renunció Martín Guzmán, la tasa de interés efectiva (el costo de esterilización) subió 30 puntos porcentuales sobre un stock de pasivos remunerados que ronda el 8,5% del PBI. Así aumentó el déficit cuasi-fiscal en 2,5 puntos del producto, equivalente a un incremento de la tasa de expansión monetaria de 50%».

En otras palabras, el alza de la tasa de interés provoca un aumento de la cantidad de pesos que se lleva por delante al ajuste fiscal que encara Massa con consecuencias manifiestas sobre la inflación.

Asegura el informe que «el Banco Central duplicó la cantidad de dinero en 2021, la triplicará en 2022 y la cuadriplicará en 2023″. Una apuesta difícil.

La corrida cambiaria que desató la renuncia de Guzmán el 3 de julio pasado disparó al dólar y las expectativas de una devaluación por parte de un gobierno sin confianza y sin crédito, y recurrió a la emisión de pesos casi como única alternativa.

El gobierno renovó su compromiso de que no emitirá para cubrir el déficit del Tesoro, pero la necesidad ahora de «esterilizar» el sobrante de pesos por el dólar-soja lo pone ante el dilema de tener que seguir subiendo la tasa de interés y cada suba es agregarle presión a la deuda del Central.

Cristina Kirchner le validó a Sergio Massa la devaluación segmentada después de meses de negarle a Alberto Fernández cualquier tipo de salto discreto, como el de 40% del dólar-soja.

En forma palpable, el Gobierno comprueba que dólares no faltan pero son escasos si pretende comprarlos a un precio bajo.

Ahora, Massa entra en un esquema díficil de entender y administrar que es conseguir dólares pagando $200 para tener que vendérselos a los importadores a $140. Todo un contrasentido económico a menos que el ministro tenga pensado dejar de autorizar el pago de importaciones. ¿Será así? Mucho es posible en el reino de la discrecionalidad y más cuando se toma el manejo del Estado como si fuera propio.

fuente: Clarin

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