¿Estancamiento e inflación o choque?
En base a un conjunto de eventos externos se podría decir que desde 2021 la Argentina está atravesando una zona de “confort” con viento de cola: la economía mundial se recuperó fuertemente a la salida de la pandemia, crecieron los precios internacionales de las materias primas; y tras la reestructuración de la deuda privada en 2020 se logró ahora reestructurar también la deuda con el FMI.
La invasión rusa introdujo, sin embargo, un alto nivel de incertidumbre desde fines de febrero y, si bien los precios de materias primas treparon aún más, las condiciones están empezando a cambiar con limitaciones en la oferta energética y logística en general -aumento de los fletes internacionales-.
A pesar de la aceleración de la inflación internacional y el fin de la era de tasas bajas, el crecimiento mundial todavía se sostiene, aunque las sorpresas podrían estar a la vuelta de la esquina. En particular, cabe preguntarse cómo sería un escenario mundial en el que simultáneamente convivan un apretón monetario -para frenar el ascenso inflacionario- con una eventual desaceleración en China sea por Covid-19 o por necesarios reajustes largamente postergados.
El crecimiento mundial todavía se sostiene, aunque las sorpresas podrían estar a la vuelta de la esquina
La Argentina no necesita de malas noticias externas para ofrecer un escenario de estanflación (estancamiento del producto con elevada inflación). El PBI rebotó en 2021, pero lo más probable es que se mantenga estancado en los mismos niveles de 2021 sin perspectivas de mejora apreciable hasta fines de 2023. El sendero de precios promete, a su vez, una inflación creciente con niveles que, para mediados de año, superarán con holgura el 60% anual.
¿Se trata de un nuevo episodio de estanflación pero con algo más de inflación y modesta caída del PBI, o podríamos enfrentar un episodio de aceleración brusca del deterioro y chocar -es decir enfrentar un salto inflacionario con fuerte contracción del PBI-?
La alternativa catastrófica normalmente se descarta porque, por definición, los episodios que desatan una catástrofe son inesperados. Hay eventos no controlables (una baja abrupta de 40% de los precios de exportación sería un ejemplo) que podrían acercarnos a un choque, pero no necesariamente lo hacen inevitable: todo depende de la magnitud del evento (no es lo mismo una baja de 30% que de 50%) y de la función de reacción de la política económica (no hacer nada, versus ajustar el presupuesto y la economía a la nueva situación).
La mayor restricción
La debilidad de la Argentina no está en los eventos externos -que soportan todos los países con mayor o menor exposición- sino en la función de reacción de la política (económica y pública en general) a esos distintos eventos.
La debilidad de la Argentina no está en los eventos externos sino en la función de reacción de la política (económica y pública en general) a esos distintos eventos
Si la reacción de política es negar el fenómeno o minimizarlo, las consecuencias pueden escalar hasta que sobreviene el colapso.
En nuestro caso, esto implica que se debe trabajar sobre la base de lo acordado con el Fondo -reduciendo el financiamiento monetario al Tesoro- y aprender la lección que sigue: no solo importa reducir el déficit fiscal (suponiendo que esa lección esté aprendida) y el financiamiento monetario del BCRA al Tesoro, sino que también importa reducir el nivel absoluto de gasto, corregir las distorsiones de precios e impuestos, y restablecer el funcionamiento de los mercados.
Cuando la política choca con los hechos y los niega, la economía y la sociedad también terminan por chocar.
Esta columna fue publicada en Revista Indicadores de Coyuntura 640, abril 2022 Fundación FIEL
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