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La revancha que tanto esperó Cristina

Alberto Fernández hizo repetida alharaca sobre su honra. Hoy está imputado por el escándalo de los seguros. La definición impiadosa que se le escuchó a la ex vicepresidenta.

Los últimos balbuceos públicos del kirchnerismo ratifican la crisis en que está inmerso. También la evidencia de que todavía no logró procesar la apabullante derrota electoral frente a Javier Milei. Existe una desorientación que no ha logrado disimular ni el documento de 33 páginas de Cristina Fernández, ni la dura réplica de Axel Kicillof, cuando abrió las sesiones de la Legislatura de Buenos Aires, al convite presidencial a los gobernadores para la firma del llamado “Pacto de Mayo”.

Entre el gobernador y la jefa, incluso, pudo descubrirse alguna descoordinación. En su texto, Cristina abrió hendijas para que el peronismo participe, si las circunstancias cuajan, en algún debate de la agenda cargada que propone Milei. Por caso, la situación de muchas empresas del Estado. Axel descartó cualquier posibilidad y remató con una dura ironía: “Arranquen nomás si no llegamos…”, dijo en alusión a la programada cumbre de Córdoba.

El desconcierto encuentra reflejo además en los asuntos formales. Máximo Kirchner reapareció cuando arreciaba la disconformidad de muchos intendentes por su permanencia como titular del PJ bonaerense. La situación permanece congelada. Algo similar ocurre con Alberto Fernández, el ex presidente, cabeza máxima del partido en el orden nacional. Su residencia en Madrid después de abandonar la Casa Rosada diseminó malestar entre la dirigencia peronista. Al regreso, que sería temporario, se topó con imputaciones del juez Julián Ercolini, su ex discípulo, por posibles irregularidades en la contratación de seguros para organismos estatales, a partir de un decreto dictado por él mismo.

El escándalo, a diferencia de lo que podría suponerse, aletargó la ofensiva interna en contra suyo. Ningún peronista estaría dispuesto a sacrificarlo en esta instancia, donde a las secuelas que dejó su gobierno se añade un supuesto episodio de corrupción. Una combinación perfecta para que la administración libertaria lo utilice en beneficio, como lo hace, de su discurso público.

De allí que existan en el peronismo negociaciones intensas para encontrar alguna salida decorosa. Antes del capítulo de los seguros, Alberto había puesto como condición de su renuncia la simultaneidad de la de Máximo en el PJ bonaerense. Ahora cavila y negocia la posibilidad de un pedido de licencia hasta que la investigación de Ercolini vaya echando luz -o sombras- sobre la causa abierta. El ex presidente no descarta que el suceso en el que se encuentra envuelto haya sido espoleado también por la interna pejotista.

El magistrado parece haber impreso velocidad a sus acciones. En pocas horas dispuso allanamientos en los domicilios de los brokers que habrían sido la correa de transmisión de Alberto en los presuntos negocios. En este episodio se enredan cuestiones personales. Ercolini fue designado juez federal en 2004 por Néstor Kirchner cuando resultaron cubiertas cuatro vacantes en los 12 juzgados federales de Comodoro Py. Estuvo apadrinado por el entonces Procurador Esteban Righi. Con el aval último de Alberto, en esa época jefe de gabinete kirchnerista.

Su debut fue con una denuncia por enriquecimiento ilícito contra el presidente y contra Cristina. En marzo del 2005 dictó el sobreseimiento de ambos que nunca fue apelado por el fiscal federal, Eduardo Taiano. Transcurrió un tiempo sin novedades hasta que Ercolini resultó depositario de investigaciones que colocaron definitivamente en jaque a Cristina. Hotesur, emprendimiento donde hubo sospechas de lavado de dinero a través de emprendimientos hoteleros. El direccionamiento de la obra pública en beneficio de Lázaro Báez, por el cual procesó a la ex presidenta y elevó la causa a juicio oral. El Tribunal Oral Federal 2 solicitó seis años de prisión para la acusada. Los cargos habían sido convalidados antes por la Sala I de la Cámara Federal y por la Sala IV de la Cámara de Casación Penal.

La semana pasada Cristina ensayó recursos que no le salieron bien. La Casación Penal rechazó la recusación contra el juez Diego Barroetaveña y el fiscal Mauro Villar encargados de la revisión de su condena por parte del TOF 2. Peor que eso: Villar solicitó que la condena sea elevada a 12 años, pedido original que estuvo a cargo del fiscal Diego Luciani.

Durante la tramitación de Ercolini habría comenzado a resquebrajarse la amistad inicial con Alberto. El ex presidente, por ese tiempo opositor al kirchnerismo, nunca dejó de interesarse en las causas Hotesur y Vialidad. Nadie supo nunca si existía, en ese sentido, un pedido de Cristina. O el magistrado no contó toda la verdad o la ex presidenta recibió de parte de Alberto información que no le permitió calibrar la gravedad de los hechos.

La historia continuó con el ex presidente en la Casa Rosada, adonde llegó por la estrategia de Cristina de ungirlo candidato a presidente con el acompañamiento de ella como vice. En diciembre del 2022, en la mitad del mandato de Alberto, llegó la condena para la entonces vicepresidenta por la Obra Pública direccionada. Todas sus apelaciones fracasaron. En el Instituto Patria comenzaron a moldear la idea acerca de que la pasividad del mandatario había terminado facilitando todo el proceso judicial en contra de la dama.

La conducta pública de Alberto, en ese aspecto, pareció alimentar aquellas teorías conspirativas. Siempre se jactó de haber dejado a los jueces actuar en libertad. Aunque en el tramo final pareció verse acorralado por el kirchnerismo y acompañó el intento de juicio político contra la Corte Suprema que se ensayó en Diputados. Ahora en el olvido.

Impedido de defender su gestión con argumentos sólidos, el ex presidente hizo entonces repetida alharaca sobre su honra. Remarcó que nunca en su larga trayectoria política había tenido una causa de corrupción en su contra. Resultó interpretado automáticamente por el kirchnerismo como una afrenta contra Cristina. Confirmación, por otra parte, de que no se había ocupado debidamente de ella. Una manera también de intentar trazar límites imaginarios contra el karma de corrupción que ha jalonado la historia kirchnerista.

La denuncia por los millonarios seguros estatales promovidos durante su gestión podría modificar a futuro aquel libreto. Habrá que aguardar qué revelaciones surgen de la investigación. Cristina hace rato que defenestró a Alberto en su condición de gobernante. Lo responsabiliza de la crisis económica y la fatiga social que terminaron con el empinamiento de Milei. El presunto caso de corrupción sería el broche que estaba aguardando. “Alguna vez le tenía que tocar”, se le escuchó decir en el Instituto Patria. Se trataría de la revancha simbólica que tanto tiempo estuvo esperando la líder.

fuente: Clarin

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