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Evo Morales agita la interna del oficialismo en Bolivia

Los analistas temen que la disputa lleve a una ruptura cuando el país aún no se recupera de las secuelas de la crisis política de 2019.

Tras una tregua de casi dos años, el expresidente boliviano Evo Morales, jefe del gobernante Movimiento al Socialismo, ha pasado a la ofensiva contra el gobierno de su heredero político, el mandatario Luis Arce, y los analistas temen que la disputa dentro del oficialismo lleve a una ruptura cuando el país aún no se recupera de las secuelas de la crisis política de 2019.

Arce no ha respondido y tampoco ha cedido a la presión de Morales para cambiar ministros, pero un diputado allegado suyo acusó al Movimiento al Socialismo (MAS) de financiarse en el pasado con dinero del narcotráfico.

El tercero en disputa es el vicepresidente David Choquehuanca, de origen aymara como Morales, que le está restando influencia al expresidente en los sectores indígenas de occidente, por lo que varios analistas creen que el partido se encamina a la fractura.

Arce, el «cerebro»

Arce fue el cerebro del éxito económico del gobierno de Morales como ministro del área por más de una década, lo que le valió que Morales lo designara candidato para recuperar el poder en los comicios de 2020.

Pero las discrepancias entre ambos fueron creciendo hasta llegar a una suerte de guerra declarada.

«La ruptura está latente entre el presidente del país y el presidente del partido gobernante. Arce tiene la iniciativa estando en funciones, Morales tiene poco que ofrecer’‘, dijo a The Associated Press el profesor de la Universidad Privada Domingo Savio, Paul Coca.

No obstante, Arce no ha logrado lidiar con las presiones de organizaciones sociales y sindicatos que lidera Morales y que pugnan por espacios de poder, lo que suma conflictividad social en medio de una fragilidad económica, sostuvo la profesora universitaria de Ciencia Política, María Teresa Zegada.

El MAS, la organización política más grande de Bolivia desde el derrumbe de los partidos tradicionales en 2003, dejó de ser una fuerza monolítica tras la crisis de 2019 cuando Morales intentó obtener un cuarto mandato consecutivo en elecciones consideradas fraudulentas por la Organización de los Estados Americanos (OEA).

En medio de la agitación social, que dejó más de una treintena de muertos, Morales renunció a la presidencia y se refugió primero en México y luego en Argentina. Regresó a Bolivia recién tras el triunfo de Arce en 2020 en las elecciones convocadas por la presidenta interina Jeanine Áñez, quien hasta entonces era la titular del Senado.

Áñez fue condenada en junio a 10 años de prisión por incumplimiento de deberes y resoluciones contrarias a la constitución por la sesión del Congreso en la que se proclamó presidenta, una sentencia que ha ido cuestionada por organismos internacionales y organizaciones de derechos humanos.

La oposición

Dividida y debilitada, la oposición no ha levantado cabeza desde la victoria de Arce en las urnas y el país sigue articulado por el discurso del MAS y su proyecto político.

La crisis no es sólo por el liderazgo del partido sino por el agotamiento del «modelo rentista», explicó el investigador social Roberto Laserna. El éxito de los gobiernos de Morales y de Arce está basado en una fuerte intervención del Estado en la economía y la exportación de materias primas, cuya bonanza de buenos precios acabó hace mucho.

«El gobierno no logra satisfacer las crecientes demandas, pero se niega a cambiar de modelo».

Arce «está raspando la olla» de las arcas públicas en medio de una coyuntura internacional de crisis, agregó el economista Gonzalo Chávez.

Bolivia ha tenido una larga estabilidad económica y una de las tasas más bajas de inflación en Sudamérica gracias a subvenciones a los carburantes, el tipo de cambio fijo con el dólar y el control de precios de algunos alimentos. Pero los expertos sostiene que esa política -que se sostiene con un creciente endeudamiento y la reducción de las reservas internacionales- está agotada.

La mayor oposición al MAS proviene de los poderosos grupos cívicos de la región oriental de Santa Cruz, bastión opositor y motor de la economía de Bolivia, cuyo gobernador Luis Fernando Camacho lideró las protestas que forzaron la renuncia de Morales y está abiertamente enfrentado a Arce.

Mientras tanto, la tensión política en el MAS agita las calles.

«El Evo tiene miedo de que Arce lo haga mejor, tiene miedo de que le quite su lugar», dijo María Justina, una vendedora de empanadas en un puesto callejero. A lo que un cliente replicó: «Arce no tiene los cojones, es débil, puede hacer mucho pero no quiere».

fuente: Clarin

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